Todo hombre vive dentro de una realidad. Vive en una situación determinada, en la que ocurren acontecimientos. En todo el ámbito de la humanidad y de la Iglesia surgen continuamente “puntos de apoyo”, hombres santos sobre los que hacer palanca para descubrir el Evangelio. Se necesitan “presencias proféticas” que, con originalidad, con una vida íntegra y entregada, pronuncien el “Sermón de la Montaña”, ante un auditorio cada vez más despreocupado.

Juan Bautista de La Salle fue ese hombre profético en la época que le tocó vivir, un hombre que supo descifrar idioma de los acontecimientos, de los signos de los tiempos. Y ¿cuáles eran los signos de su tiempo? Uno de sus primeros biógrafos los describe así:

“Las guerras civiles habían agitado Francia durante los últimos reinados; la herejía que los fomentaba aumentaba la desolación; la religión se debilitaba. El despilfarro de las riquezas producía el de las costumbres. La escuela ofrecía poco interés. Los niños carentes de instrucción se convertían en viciosos. El mal era manifiesto. Varias personas de piedad intentaron remediarlo; pocos acertaron en su empeño.” Ante esta situación,  uan Bautista de La Salle va a descubrir el sentido de su vida, lo que Dios quiere de él. Van a surgir las ESCUELAS CRISTIANAS.